Por Elisabet
Publicado 12-12-2017
La Navidad, esa fiesta que tiene aférrimos
seguidores que decoran hasta el último rincón de su casa, como detractores que
ni quieren oir hablar de regalos, turrones y demás ¿Será por el consumismo de la
sociedad, que en estas fechas nos devora aún más si cabe, o porque simplemente
añoran a los que ya no están?
En
cualquier caso, y siendo ambas opciones totalmente respetables, tengo que
reconocer que a mí me ha gustado siempre. Desde que éramos niños y mi padre se
vestía de Papá Noel con un pijama
rojo, algodón por barba y un saco para los regalos - produciendo más pavor que alegría entre mis primos pequeños -, hasta ahora
que volvemos a revivirla con los sobrinos, pero con un disfraz al que no le
falta detalle y leds por toda la casa.
Independientemente,
creo que el tener familiares viviendo en el extranjero te hace recordar y reflexionar
sobre muchas cosas en estos días. Sobre todo en mi caso, al tener lejos una
personita (ahora dos) especialmente adorable a quien echar mucho de menos. Por
eso, cuando nos enteramos que finalmente no podrían visitarnos por esas fechas
no me lo pensé dos veces, nosotros iríamos allí.
Sinceramente,
fueron las navidades más especiales
que recuerdo desde que era niña. Volvía a sentir esa ilusión y me lié a hacer
camisetas para toda la familia, comprar complementos varios y preparar el
sorpresón. Había que disimular para que todo saliera bien, hasta el punto de
hacer una videoconferencia pocos días antes, porque claro, no nos íbamos a ver.
Así que sin saber ellos nada, preparamos nuestro viaje, las maletas, los
vuelos, el bus y los planos de cómo llegar hasta la MISSMIsima puerta.
Por fin
era Nochevieja y conseguíamos nuestro
objetivo. Cuando divisamos su balcón éramos una vorágine de emociones, un manojo de nervios. Nos pusimos a cantar allí
debajo, pero no tuvimos en cuenta que en Suecia
hace frío, los cristales de las casas son bastante gruesos y no había manera
que nos oyeran. Solución: ponerse a trepar por el balcón. Los gatos empezaron a
dar saltos como locos y mi hermano salió despavorido pensando que éramos unos
ladrones. Todavía recuerdo su cara de estupefacción al vernos allí gritando y
él incapaz de articular palabra. Después de unos minutos, cuando por fin consiguió
reaccionar, sólo balbuceaba: "¿pero qué
hacéis aquí? ¡¡Estáis locos!!
Llegamos
con siete grados bajo cero y cada día que pasaba bajaba más... llegando a los trece
bajo cero con gente esquiando sobre el lago congelado. Pero a pesar de ello y
de estar a tres mil kilómetros de casa, fueron unas navidades inolvidables llenas
de calor, calor familiar. Desde ese momento Suecia se convirtió en mi destino perfecto.
¿Y tú,
te animas a pasar unas navidades
diferentes? En Elite Trip puedes
encontrar opciones para todos los gustos y hacer que estas fiestas sean aún más especiales conociendo costumbres y lugares
diferentes.
Aprovecho
estas líneas para desearos, en nombre de Elite
Trip y del mío propio, que PASÉIS BUENAS FIESTAS, os gusten o no, cada uno
que las viva a su manera y si puede ser viajando con nosotros mucho mejor ;-)